18. La última habitación

Clara revisó por tercera vez los planos del Hotel Dorsia, cruzando medidas, pasillos, registros de reforma y escaneos estructurales. En ninguno de ellos figuraba la habitación 313. Entre la 312 y la 314 solo debía haber una columna de carga y un hueco de aire acondicionado. Y sin embargo, frente a ella, una puerta. Pintada del mismo color que la pared, con el número dorado apenas grabado, como si el tiempo o algo peor lo hubiera desdibujado.

Nadie del hotel recordaba haberla visto antes. El gerente murmuró excusas sobre remodelaciones pasadas. El personal de limpieza decía evitar esa ala. Pero nadie pudo abrirla. No hasta que Clara, con credenciales en mano, exigió acceso como parte del peritaje arquitectónico encargado por el Ministerio de Cultura.

La cerradura cedió con facilidad. Demasiada. Dentro, el aire era denso, como si no hubiese sido respirado en décadas. No había muebles. Solo una alfombra gris y paredes cubiertas de un papel tapiz antiguo, lleno de patrones circulares que parecían moverse muy sutilmente, como si estuvieran vivos.

Clara entró.

No lo decidió. Lo hizo. Sus pies avanzaron como si algo en el suelo los atrajera. La puerta se cerró con un clic seco. Cuando intentó girar el picaporte, descubrió que no había ninguno. Solo una superficie lisa y metálica.

El silencio era total. No el silencio habitual de una habitación vacía, sino uno absoluto, donde ni su respiración parecía escucharse correctamente. Cada sonido quedaba atrapado en el aire. La luz, tenue y sin fuente visible, iluminaba de forma antinatural, como si no viniera de arriba, sino de dentro de las paredes.

En el centro de la habitación, las líneas del tapiz se curvaban en espiral. Clara, que había pasado la vida entre estructuras y medidas, comprendió al instante que algo era incorrecto. No porque el diseño fuera feo o anticuado, sino porque desafiaba la geometría. Las curvas no cerraban. Los ángulos no sumaban. La habitación no era tridimensional. No completamente.

Supo entonces que no estaba sola.

Lo sintió antes de verlo: una presencia que no ocupaba espacio, pero sí intención. No tenía forma, ni ojos, ni rostro. Era una idea suspendida, una conciencia lejana que, sin embargo, sabía exactamente dónde estaba Clara. Y esperaba.

Ella retrocedió. No gritó. Lo supo inútil. El sonido no saldría. Tampoco pidió ayuda. Sabía que nadie la escucharía. En el centro del espiral, un pliegue: una sombra dentro de otra sombra, una herida en el tapiz. No era una puerta. No era una salida. Era una promesa.

Clara dio un paso hacia el centro. Luego otro.

A cada paso, la habitación se expandía sin crecer. Las paredes no se alejaban, pero el trayecto se hacía más largo. Al llegar al centro, miró hacia abajo. No había suelo. Solo un abismo curvado hacia adentro, hecho de texturas imposibles y voces que hablaban sin lengua. Entendió, de golpe, que la habitación no era un lugar. Era un umbral. Y que al entrar, ya no pertenecía al mundo que la había creado.

La figura —si podía llamarse así— no habló. Pero proyectó algo dentro de su mente: un esquema de universos superpuestos, cada uno apenas separado del otro por una línea de lógica, una membrana de ignorancia. Clara había roto esa membrana. No por deseo, sino por accidente. Ahora, era parte del diseño.

Se sentó en la alfombra, en silencio. El tiempo dejó de avanzar. El latido del mundo exterior ya no era relevante.

El hotel continuó funcionando. Nadie volvió a ver a Clara. La habitación 313 desapareció de los registros. Un nuevo muro ocupaba su lugar, sin número, sin picaporte. Pero a veces, cuando las luces fallan o el pasillo se alarga un poco más de lo normal, los empleados sienten una presencia, algo que no debería estar allí. Algo que nunca salió.


📚 Análisis de comprensión lectora

🔸 Nivel literal – ¿Qué ocurre?

Una arquitecta descubre una habitación imposible que no figura en los planos. Al entrar, queda atrapada en un espacio que desafía la lógica física, atrapada por una presencia invisible que parece regir el lugar.

🔸 Nivel inferencial – ¿Qué hay detrás del texto?

La habitación es una manifestación de un umbral interdimensional, y Clara, al intentar entenderlo, es absorbida. La figura representa inteligencias superiores que existen fuera del tiempo y la materia, esperando ser percibidas para reclamar aquello que las observa.

🔸 Nivel crítico – ¿Qué ideas profundas plantea?

El cuento sugiere que nuestra realidad solo es estable mientras ignoramos los errores de su diseño. Explora el peligro de la curiosidad y del contacto con entidades que existen fuera de la comprensión humana. Nos confronta con la idea de que hay espacios y conocimientos que no deberían tocarse.

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