6. Susurros en la garganta

 Desde que Lucas cumplió veinte años, comenzó a sentir una extraña incomodidad al tragar. No era un dolor punzante ni constante, sino una leve sensación, como si algo estuviera atrapado justo detrás de su nuez de Adán. Al principio pensó que era pasajero, quizás algún alimento atascado, pero al cabo de unos días, la sensación persistía. Lo ignoró durante semanas, justificando que era ansiedad o estrés acumulado. Sin embargo, en la oscuridad de la noche, la molestia adquiría un matiz distinto. Sentía pequeños movimientos en su garganta, sutiles vibraciones que le hacían imaginar algo diminuto retorciéndose lentamente en su interior. Pronto, esos movimientos comenzaron a ir acompañados de susurros apenas audibles, susurros que no parecían provenir del exterior, sino que surgían desde el interior mismo de su cuello, rozando suavemente sus cuerdas vocales.

Lucas, aterrado y confundido, comenzó a evitar la comida sólida por temor a intensificar la molestia. Cada bocado se convertía en una tortura. Sentía cómo el alimento descendía por su garganta, presionando contra aquello que estaba allí, alojado como un secreto oscuro. La textura de cualquier cosa sólida parecía rasparle dolorosamente por dentro. Se alimentaba principalmente de líquidos, intentando calmar con agua fría esa sensación de movimiento interno. Pero era inútil. Cada vez que bebía algo, sentía cómo aquello se agitaba, protestando silenciosamente. Comenzó a perder peso rápidamente. Su rostro, antes lleno y saludable, se volvió huesudo, su piel se tornó grisácea, y las ojeras bajo sus ojos reflejaban noches de insomnio y desesperación.

Los médicos, desconcertados por sus descripciones, ordenaron exámenes minuciosos. Endoscopías, radiografías, tomografías, pero ningún estudio revelaba absolutamente nada anormal. Sin embargo, Lucas estaba seguro de que algo vivía en él, algo que los instrumentos médicos no eran capaces de detectar. Los doctores hablaban de un posible trastorno somático, una condición psicológica en la que su mente creaba síntomas físicos. Pero Lucas sabía la verdad. Había oído claramente las voces. Los susurros se hacían cada vez más claros, más inteligibles. Eran murmullos en un lenguaje extraño y antiguo, sonidos sibilantes que parecían cantar o rezar en un dialecto desconocido, que lo mantenía despierto en la penumbra, temiendo cada palabra que se formaba en su garganta.

Una noche, desesperado y al borde de la locura, Lucas decidió que debía enfrentar aquello que se alojaba dentro de él. Frente al espejo del baño, iluminado tenuemente por una bombilla amarillenta, abrió la boca y observó su garganta con la ayuda de una linterna. Allí, al fondo, cerca de sus cuerdas vocales, percibió una masa oscura que palpitaba ligeramente. Aterrorizado pero decidido, introdujo una pinza de cocina, intentando alcanzar aquella cosa. El dolor fue inmediato, agudo, insoportable. Sin embargo, continuó hasta sujetar algo viscoso y fibroso. Al tirar, sintió una resistencia atroz, pero al fin logró extraerlo lentamente. Lo que emergió de su garganta fue una criatura repulsiva, delgada y retorcida como una lombriz, cubierta de pequeñas escamas translúcidas y con diminutas patas que se retorcían frenéticamente al contacto con el aire.

Lucas cayó al suelo, jadeante y aturdido, observando aquella criatura morir lentamente sobre el lavabo. Pero el alivio duró poco. Sintió otro movimiento, luego otro más. Las voces internas ahora gritaban, protestaban en furia. Al mirarse nuevamente al espejo, comprendió con horror que no había solo una criatura. Decenas de movimientos se agitaban bajo su piel, extendiéndose hacia su pecho y su abdomen, buscando salida, demandando atención. Entendió entonces que jamás estaría libre, que su cuerpo se había convertido en un nido viviente, habitado por criaturas que susurraban sus secretos más oscuros desde lo profundo de su carne.

Y mientras su cuerpo comenzaba a convulsionar en el suelo frío del baño, comprendió una terrible verdad: aquello que se alojaba en él no pretendía matarlo. Simplemente, lo reclamaba como hogar, susurrándole historias eternas desde las entrañas mismas de su ser.


📚 Análisis de comprensión lectora

🔹 Nivel literal

  • Lucas comienza a sentir molestias en la garganta.

  • Descubre movimientos internos y susurros provenientes de su cuello.

  • Extrae una criatura viva de su garganta.

  • Descubre que múltiples criaturas se alojan dentro de él, volviéndose su cuerpo su nido.

🔹 Nivel inferencial

  • El cuento explora el miedo al propio cuerpo y cómo pequeños síntomas pueden convertirse en una obsesión destructiva.

  • Las criaturas representan temores reprimidos, emociones sofocadas o pensamientos invasivos que, al ser ignorados, crecen hasta dominar la mente y el cuerpo.

  • La incapacidad de los médicos para detectar el problema resalta el aislamiento y la incomprensión que viven quienes sufren condiciones inexplicables o somatizadas.

🔹 Nivel crítico

  • El relato plantea cómo la ansiedad y los trastornos psicológicos pueden manifestarse en síntomas físicos devastadores.

  • Crítica implícita hacia un sistema médico que desestima o malinterpreta condiciones emocionales o psicológicas como simples alucinaciones.

  • Invita a reflexionar sobre el horror real que implica vivir atrapado dentro de un cuerpo que se siente invadido por pensamientos y emociones incontrolables.

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