9. La sombra adherida

Desde niña, Lucía siempre se sintió incómoda con su sombra. No era un temor infantil habitual a la oscuridad, sino algo más complejo y perturbador. Su sombra parecía tener vida propia, imitando sus movimientos con una precisión inquietante, pero agregando siempre algo extra, algo distinto, casi burlándose de su existencia real. Al principio intentó ignorarlo, asegurándose a sí misma que eran imaginaciones propias de la infancia. Pero a medida que crecía, la sombra seguía allí, cada vez más presente y más independiente, moviéndose ligeramente antes o después que ella, siempre un poco más lenta, como si quisiera comunicar algo que Lucía no entendía del todo.

A los veintisiete años, Lucía decidió consultar con un terapeuta. En sus sesiones, intentó explicar aquella extraña percepción: sentía que la sombra no solo la imitaba, sino que además reaccionaba por sí misma. La terapeuta sugirió que quizá proyectaba en esa sombra algún trauma interno, algún miedo o culpa reprimida. Pero Lucía sabía, en lo más profundo de su mente, que esto no era algo puramente psicológico; la sombra tenía existencia propia, y lo peor de todo era que empezaba a notar cómo influía en su cuerpo. Sentía cansancio constante, sus movimientos eran pesados, como si la sombra se adhiriera a ella físicamente, arrastrándola hacia abajo. Pronto desarrolló dolores inexplicables en articulaciones, músculos y huesos, como si su cuerpo tuviese que soportar el peso adicional de aquella entidad intangible.

El insomnio dominó sus noches. Lucía pasaba horas observando cómo la sombra parecía retorcerse ligeramente bajo la luz tenue de la lámpara nocturna, formando siluetas grotescas y desproporcionadas. Intentaba convencerse de que aquello era producto del cansancio extremo, pero cuando la sombra comenzó a proyectarse en ángulos imposibles, extendiéndose hacia las paredes y el techo, comprendió que su realidad se había distorsionado. La sombra se adhería a su cuerpo de una forma que sentía física y profundamente invasiva, como si se fundiera lentamente con su carne y sus huesos.

En su desesperación, decidió mantener siempre las luces encendidas, intentando eliminar cualquier posibilidad de sombra. Pero pronto entendió que esto era inútil; la sombra encontraba formas de manifestarse, incluso en la luz más intensa, apareciendo como manchas sutiles sobre su piel, que lentamente se volvían más oscuras y extendidas. Cuando acudió al dermatólogo, este no supo identificar la condición exacta. Lucía se dio cuenta, con horror silencioso, que esas manchas eran pequeñas porciones de su sombra, fragmentos oscuros que se alojaban permanentemente en su carne.

Los días siguientes fueron una espiral descendente de angustia. Cada mañana despertaba con más partes de su cuerpo oscurecidas por la sombra, sintiendo esas zonas entumecidas, ajenas, como si ya no le pertenecieran realmente. Comenzó a perder la movilidad de sus brazos, luego sus piernas, hasta quedar postrada en cama. Su cuerpo se sentía pesado, cubierto casi completamente por esa sustancia oscura y pegajosa que la sombra dejaba a su paso. En sus momentos más lúcidos, podía jurar que escuchaba susurros provenientes desde su interior, palabras ininteligibles murmuradas por aquella entidad oscura.

Finalmente, una noche, Lucía se rindió ante aquella invasión imparable. Mirándose al espejo por última vez, observó cómo la sombra había cubierto completamente su cuerpo, dejando apenas una porción diminuta de piel visible. Esa porción también desapareció lentamente frente a sus ojos, mientras sentía que su conciencia era absorbida por aquella oscuridad fría y total. En el silencio absoluto de la noche, Lucía dejó de existir como persona, su identidad y cuerpo consumidos totalmente por aquella sombra adherida, que ahora habitaba plenamente en su lugar.

Cuando sus amigos y familiares fueron a visitarla, encontraron únicamente una habitación vacía. Pero en las paredes, bajo la luz tenue de la habitación, parecía proyectarse una figura sutil y oscura que observaba silenciosamente, esperando pacientemente el momento adecuado para adherirse a alguien más.


📚 Análisis de comprensión lectora

🔹 Nivel literal

  • Lucía siente desde pequeña que su sombra tiene vida propia.

  • Experimenta cansancio y dolores físicos a medida que la sombra parece fusionarse con su cuerpo.

  • La sombra la invade físicamente, cubriéndola lentamente hasta absorberla por completo.

  • Finalmente, desaparece totalmente consumida por esta entidad oscura.

🔹 Nivel inferencial

  • La sombra representa miedos, culpas o pensamientos oscuros reprimidos que lentamente pueden invadir la vida de una persona.

  • La pérdida gradual de movilidad y energía simboliza la depresión o angustia profunda que paraliza a quienes la padecen.

  • El cuento refleja cómo los problemas internos no resueltos pueden manifestarse físicamente y apoderarse lentamente del individuo.

🔹 Nivel crítico

  • El relato hace una crítica a cómo las personas tienden a ignorar o minimizar los problemas psicológicos hasta que estos ya son incontrolables.

  • Plantea la importancia de enfrentar los conflictos internos antes de que estos se conviertan en problemas físicos o emocionales irreversibles.

  • Invita al lector a reflexionar sobre cómo todos podemos llevar dentro sombras internas que, de no enfrentarlas, pueden acabar consumiéndonos.

 

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